Un trompeta y su banda

Hace poco estuve hablando con un amigo sobre un tema algo extraño pero que, mirando los debates que se hacen en las cortes, no está tan fuera de lugar al fin y al cabo.

Todo giraba en torno a la música, a formar un grupo de rock y empezar a ensayar desde casa, por separado, algunas canciones famosas y así, en el momento en que nos dejen reunirnos y ensayar, ya tener algo de terreno ganado. Entonces, haciendo una lista de personas que estaría muy bien que formaran parte del grupo, llegamos a la conclusión de que necesitábamos a alguien que tocara la trompeta.

Pero solo va a hacer un par de cosas como mucho, me dijo mi amigo, apenas se implicará o estará de verdad en el ensayo.

¿Entonces me estás diciendo que si hay un trompetista en un grupo y no hace lo más importante no forma parte de él?, pregunté yo.

Hombre, sí que sería del grupo, y si nos hicieran una foto para una revista (el aburrimiento hace que el cuento de la lechera se te vaya de madre siempre) él podría decir que es parte del grupo y salir en la portada.

Entonces aunque solo haga una cosa pequeña, que hay quien incluso que diría insignificante, ¿se podría decir que forma parte del grupo?

, sentenció mi amigo.

La etiquetas en nuestra sociedad son tan extrañas que depende de quién y cómo las use para tenerlas en cuenta o no, para enorgullecerse de ellas o desecharlas, y por desgracia esta extraña práctica, que suele usar los hipócritas intelectuales que adoran la demagogia, es comprada por la mayoría por un triste quiero que me acepten, que es tan penoso que debería ser tatuado con la peor de las Letras Escarlatas. Porque es alucinante que la masa gris de la mayoría de nuestros iguales esté en un estado tan deplorable y al borde de la caducidad, repitiendo como cacatúas lo que algunos señalan como “verdad” sin siquiera tratar de pensar por sí mismos.

Para mí un trompetista, aunque solo toque en una canción o se dedique exclusivamente a ser una especie de ruido de fondo en las canciones, me parece que es parte del grupo. Parte de los éxitos y los fracasos, de las vergüenzas y de las alegrías. Lo divertido es cuando dependiendo de la canción, esa persona pasa de ser parte de un todo a convertirse en un simple trompeta solista, mirando solamente hacia quién le señala y pone sobre la mesa la cruel verdad de la que, en realidad, el trompeta se arrepiente por falta de auténtica confianza por su miserable vida como músico.

Que no es otra que la de alguien que no sabe quién ni qué es, a parte de un idiota con ganas de que le miren.

La banda seguramente la haremos más tarde que pronto, pero una cosa no nos va a quitar nadie: en el momento en que alguien nos diga que el trompeta es parte de la banda me levantaré y diré SÍ, ¿Y QUÉ?, y no me esconderé en la falta de convicción y ego retorcido que suele caracterizar a los que defienden algo ayer y hoy lo tachan de mentira.

¿Llegaremos a tocar algún día en algún sitio?, eso ya es cosa del futuro; del que nos dejen tener.

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