RESEÑA: película NUEVO ORDEN

En la historia del cine siempre ha habido películas que, lejos del típico entretenimiento, buscaban que el espectador sienta en lo más hondo de sus entrañas que algo está cambiando. Ya fuera haciéndose preguntas o siendo espectador de atrocidades, sensaciones y sentimientos que no había conocido antes, a veces el séptimo arte decide levantarse del cómodo sillón de la mediocridad y, con la mano bien abierta, te parte la cara sin que puedas siquiera entender de dónde te ha venido la hostia.

Este tipo de cine no abunda, por desgracia, porque va dirigido a un público sediento de nuevas realidades, de nuevas experiencias, que adora que su cerebro esté siempre despierto, y como todos sabemos, nuestra sociedad cada día está mucho más dormida e idiotizada por el progresismo fascista, el buenismo idiota y las ideologías partidistas que señalan al que no piensa como nosotros de enemigo, en lugar de diferente. Y por eso NUEVO ORDEN es una película tan necesaria, y que al haber sido estrenada en el pasado y catastrófico 2020 (ni hecho adrede…) ha pasado peligrosamente desapercibida entre el gran público; aquel a la que va totalmente dirigida.

Hablar de su trama es sinónimo de estropearos las sorpresas, así que me limitaré a añadirle alguna pincelada a lo que se ve en el trailer: un día cualquiera en un país cualquiera (que sí, que está rodado en México, pero en ningún momento se habla del año o partidos políticos, por lo que podrían estar hablándonos de cualquier lugar en cualquier momento histórico) una rebelión de los trabajadores y de los barrios de clase media/baja pilla por sorpresa a una familia adinerada que celebra una boda por todo lo alto. A raíz de este choque de mundos, y mientras nos hacemos mil preguntas por minuto (¿por qué tanto odio irracional?, ¿qué motivo hay para ir a por estos precisamente?, ¿quién está detrás de todo?, ¿cómo empezó todo?, ¿quién lo empezó?, ¿por qué?) vamos siendo testigos de escenas a cual más escalofriante y perversa, en el que la naturaleza más salvaje y cruel del ser humano con poder toma las riendas, y no podemos hacer otra cosa que mirar y, sí, en muchos casos quedarnos sin respiración ante los inesperados giros que va tomando la trama.

Por poneros un ejemplo, y crear así debate, mientras estábamos viendo la película mi mujer y yo nos topamos con una escena en la que una señora de la limpieza comienza a insultar, golpear y robar a una pareja de ricos, y sin más sonreímos por el modo en que la mujer se expresaba e insultaba a sus anteriores jefes; pero, ¿por qué la imagen de que una señora robe, insulte, amenace e intimide a una pareja nos hace gracia?, ¿será porque es una proletaria que jode a un rico?, ¿es eso moralmente aceptable o digno de un aplauso o de que nos parezca bien? ¿Por qué ver violencia hacia un lado, del “bueno” al “malo” según los estandartes de nuestra enferma y dogmática sociedad, nos parece más gracioso o menos doloroso? Al segundo me di cuenta de que esto es lo que buscaba la película, claro, pero el mal ya estaba hecho y la escena me había hecho protagonista, sin que yo me diera cuenta, de la barbarie que me mostraba, colocándome sin querer en uno de los bandos obviando que este tipo de situaciones, y sin importar quién golpee a quién o el motivo que les mueva, nunca deben ser aceptada o defendidas. Jamás debería ser bueno que nadie le quietase la libertad a otro alguien del modo que fuera o por el motivo que sea; ni siquiera movidos por la venganza o el revanchismo.

Y entonces la rueda comienza a caer por la colina y ya no hay vuelta atrás.

Lo que sigue después de esto, y que desde luego no voy a contar porque solo llevamos 20 minutos de película, es un ejemplo gráfico de hacia donde nos lleva el estado de derecho actual: el mal llamado Nuevo Orden Mundial (porque de “nuevo” no tiene nada, sólo hay que leer algo de historia), y la completa sumisión del ser humano a un poder superior “defensor”, el cual engañándonos con promesas similares a las que les hacemos a las vacas mientras las llevamos al matadero, pueden hacer, y están haciéndo, con nosotros lo que quieren.

Esta película del director Michel Franco debería mostrarse en escuelas, debería ser estudiada por todos los que de verdad aman la libertad individual y desprecian el igualitarismo más borrego, pero sobre todo no hay que olvidarla una vez vista porque, por desgracia, me parece que en poco tiempo dejará de ser ficción distópica para volverse una obra digna de haber sido escrita por el mismísimo Nostradamus.

¿Apostamos algo?

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