Pintando un camino

Lo bueno que tiene vivir en una sociedad rota por tiras y aflojas que nadie en realidad entiende, pero que defienden con uñas y dientes, es que cuando algo te da un golpe en la espinilla, simplemente, te echas Mercromina y sigues caminando. Porque, de cualquier otro modo, malgastaría toda mi existencia en intentar comprender los comecocos de los demás, sus paranoias y extrañas muestras de consciencia.

Y no estoy para tantas gilipolleces. Ya no.

Seguir adelante es lo más importante, y si además lo haces sin implicar a nadie cuyas metas o impulsos no tienes muy claros, y seguramente él tampoco, mejor que mejor. De chascos y sorpresas, de baches y muros, uno ya tiene demasiadas patas de gallo como para pretender fingir que algo le ha pillado en bragas.

Supongo que a veces soy muy frío. Que le vamos a hacer.

Salir a la calle ahora es como pasear por un desierto en el que ni las fuentes te parecen check points, ya nada brilla como lo hacía antes, y en lugar de intentar darle algo de luz a nuestro entorno, la mayoría de los idiotas que me rodean prefieren contentarse con lo que tienen, o que más bien creen tener, antes que buscar un modo de sacar la pintura que todos tenemos dentro y romper la tapa con tanta firmeza que será imposible volver a colocar en su sitio. Porque querer tener algo, tocar algo, sentir algo, no hay manera de convertirlo en realmente tener, tocar o sentir sin herirte por el camino. Sin luchar. Por eso estamos como estamos, porque nadie se atreve a dar un paso por si mismo y se apoyan sí o sí en los demás, que están igual de ciegos y de aburridos de pensar que ellos.

No es que en el país de los ciegos el tuerto sea el rey, es que en un país lleno de ciegos solamente el tuerto sabe lo que pasa y ante las dos opciones, que son ayudar a los demás o aprovecharse de ellos, muchos optan por la segunda mientras que otros, entre los que me encuentro, prefieren la primera; porque sabemos que a los ciegos hay que ayudarlos a ver, y no agarrarlos del brazo y dejar que confíen sin tregua en ti.

Confiar es cosa de gente que no sabe caminar sus caminos. Es lo que hacen aquellos que nunca, jamás, llegan a nada en la vida.

Hoy, domingo, y tras tres horas de repasar mi próxima novela, sonrío a cada segundo que pasa porque me considero libre porque soy ajeno a lo que dicen y opinan y tachan de mí algunos que aseguran que no me tienen en cuenta nunca, y creo que no hay mayor orgullo que reconocer que uno es libre con argumentos tan férreos, que nadie podrá encontrar nunca una manera de señalarme como marioneta de alguien que sea yo mismo y mis ideas adquiridas tras muchos años de conocerme mejor que nadie.

Mañana será lunes, y seguiré caminando y pensando libremente, seguiré hablando sin miedo y actuando sin que nadie con su “verdad” en las manos influya en mis acciones, porque de otro modo acabaré viviendo igual que todos aquellos que no disfrutan de la soledad, la misma que en este presente es la única te regala auténtica verdad.

Seguir adelante o dejar que te detengas, ¿qué escoges?

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