La Primera Piedra

La supervivencia humana, en términos ideológicos, viene irremediablemente unida a echarle mierda encima a los demás tratando de que en ningún momento nuestros zapatos se vean ni un poco afectados. Somos así, seamos quienes seamos y sin importar lo buenas personas que nos creamos. Siempre es así.

Solo hay que ver, por ejemplo, el presente que nos ha tocado vivir, en el que una mala gestión gubernamental, y una desinformación constante y por doquier, hace que ya no sepamos ni a quién criticamos ni por qué, llevándonos a todos a ese sin sentido de empezar a atacar a nuestros iguales por motivos random que a veces ni sabemos explicar; o llamando bulos, mentirosos, dogmáticos o demagogos a personas que quizá creían saber de qué hablaban, pero en cuanto se encuentra una grieta, una pequeña fisura imperfecta, enseguida se convierte en el nuevo villano de turno al que lanzar por el precipicio.

¿Tenía este tío la culpa de algo?, no.

¿Las energías de los atacantes han conseguido ser de algún modo útiles?, ni de lejos.

¿Han pagado el pato los verdaderos culpables del lío en el que se ha gestado todo?, nunca lo harán, así que…

 Pero es nuestra naturaleza, ¿no?, jamás mirar hacia atrás, nunca reconocer que seguramente en algún momento hicimos aquello que estamos atacando o sufrimos los envistes que en ese momento aplaudimos, porque lo importante es posicionarse donde sea, en el “bando” que nos resulte más cómodo y, con una venda atada con doble nudo, lanzar la primera piedra sin pararnos a pensar quién nos ha dicho que esa es la diana o si acaso va a servir de verdad para algo.

Es alucinante como, irremediablemente, nos vemos obligados a actuar como los guardaespaldas de los políticos sin que vayamos a recibir nada a cambio, solo la extraña palmadita en la espalda que los demás, igual de engañados que nosotros, nos regalan por seguir siendo el asno que, día tras día, recorre el mismo camino sin pensar en lo que hay alrededor y sin una zanahoria delante que al menos nos haga pensar que podremos masticar algo al final si tenemos suerte. Y lo más triste es que, con suerte, el mejor pago que nos pueden dar las redes sociales, los gobiernos, o nuestros iguales, es la completa indiferencia, la falta total de protagonismo, pues esto está solo reservado a los que reciben ataques que deberían ir dirigidos a los verdaderos culpables, bien escondidos detrás de un atril de hormigón donde el logo ciegue a cualquiera que se atreva a mirar detrás de él.

Somos marionetas, recortables mal pegados y del todo inexplicables, pero que nos sirve para seguir tirando por un campo de minas en el que cualquier paso en falso puede llevarnos a convertirnos en los nuevos villanos. Y eso nadie lo necesita para sobrevivir.

Así que no cambiemos, ¿para qué?, sigamos adelante, lanzando piedras a los que están igual de perdidos que nosotros pero se atreven a tratar de ver algo de luz al final del túnel, porque quizá estén equivocados, o en realidad da igual si dicen la verdad, porque lo importante es seguir atacando, seguir tachando, y continuar engañados, arrancados de toda libertad, pero felices.

Lo mejor es no pensar y prender fuego a nuestros semejantes, ¿qué puede salir mal?

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