Desde hace ya demasiado tiempo para los que estamos algo metidos en el lio resulta dolorosamente obvio que el mundo del arte, es decir de las letras, la música, los espectáculos, etcétera, va cuesta abajo y sin muchas ganas de remontar o volver a sus orígenes. Su agonía cada vez es más ruidosa, y lo peor es que por mucho que pida auxilio, o incluso con la infinidad de opciones que podría haber pero no terminan de nacer por todo el esfuerzo que conllevan, la cosa no termina de despegar.
O mejor dicho: nadie quiere que termine de despegar.
Los motivos pueden resultar en un primer análisis numerosos, pues se tiende a cometer el terrible error de creer que cada disciplina trae tras de sí una serie de protocolos, cuando en realidad los carroñeros y personajes tóxicos siempre usan las mismas técnicas para tratar de hacerse un minúsculo hueco en el tablero, que, al ser ocupado por muchos más inútiles como ellos, acaban hundiendo el barco con una sonrisa causada por la estúpida ilusión de que “al menos hemos pertenecido a ello”.
Pertenecer a algo nunca, jamás, podrá estar unido a ser el que lo ha destruido.
Jamás.
El primero que creo que merece la pena señalar, sobre todo porque hasta el más tonto con un poco de práctica es capaz de verlo, son los plagiadores profesionales que, como su propio nombre indica, no ofrecen nada nuevo y que precisamente con sus malas prácticas solo licuan de un modo torticero lo que desde un principio brillaba y era del todo placentero, único y real. Los descubriréis sobre todo porque suelen señalarse a si mismos como “el próximo tal…”, o, directamente, porque su arte no tiene una personalidad realmente subrayable o tangible, pues lo que hacen es una copia de algo que ya funcionaba a las mil maravillas sin sus apestosos hocicos cerca. Y, ojo, tener inspiraciones o un maestro no es nada malo, siempre y cuando tengas la decencia de decirlo tú mismo o reconozcas que ni mucho menos formas parte de la pequeña caja de auténticos creadores, poseedores de una personalidad única y real, sino que simplemente te dedicas a tratar de sobrevivir sin haber creado nada por ti mismo y agarrando cosas de aquí, después de allí, y fabricando un monstruo inmenso que solo los más necios y aborregados serán capaces de consumir, ojo a esto, orgullosos y disfrutando. Sí, lo peor de todo es que los consumidores vagos y que no tienen ni idea encima apoyarán más a la copia, al inútil, al fracasado sin un pasado lleno de esfuerzo, que al verdadero creador, pues esta nueva copia, además de estar mal hecha, es de fácil digestión, pues surge del mismo sitio de donde salen sus seguidores: la ineptitud y la completa falta de talento o inteligencia.
Que les aproveche, pero lejos.
Antes he escrito la palabra clave, vagos, y es que este adjetivo que señala a los amantes de tan jodido pecado capital es el que, específicamente, en el sector literario hace que esta bella expresión artística, esta forma increíble de crear mundo y hacer que la imaginación vuele, esté agonizando sin que nadie le importe una mierda.
Y perdonad que se me escapen palabras malsonantes, pero es que me pilla de cerca.
De un tiempo a esta parte, a la mayoría de los “escritores” les importa mucho más algo estúpido, y del todo digno de ser ignorado: los lectores. Nunca, jamás, los consumidores deben ser los que le pongan las esposas al creador, porque de este modo solo logrará quedar encerrado en un pequeño círculo de lectores, uno muuuuy pequeño, que en ningún momento van a hacer nada para que tus alas se desplieguen del todo y logres alcanzar tus verdaderas metas, como por ejemplo ser leído por gente ajena a ti. Porque vale, está bien tener amigos y eso, que te apoyen y tal y cual, pero ellos lo hacen SOLO para su propio bien, para su beneficio personal, porque en todos estos inútiles círculos TODOS, o casi, son escritores o creadores o artistas o blablablá, lo que limita el hecho de que llegues a los que deberían ser desde un principio tu meta: lectores. Personas que quieren descubrir algo nuevo, que quieren evadirse de la realidad, y que ni por asomo tienen como finalidad pasearse por las piaras apesebradas que habitan en festivales, ferias o reuniones especializadas de este o aquel género.
Género: posiblemente la palabra más repetida y nociva de la historia de la literatura.
Esta comodidad que te garantiza un número asegurado de ventas hace que muchos “escritores” inviertan más tiempo en encontrar el tema sobre el que deben escribir, los personajes que deben aparecer o las modas que hay que tocar para que los lectores asegurados compren, que a perfeccionar la escritura o tocar otros mundos que de verdad le apetece abrazar. Porque el pensar más en ellos, en lo que ellos quieren, que en lo que realmente quieres decir y el modo en que quieres hacerlo, hace que ni disfrutes de la escritura (a no ser que estés del todo hundido en la mierda y te auto-engañes, que en tal caso te pueden dar muy por el culo) ni mucho menos seas verdaderamente alguien que vale la pena siquiera admirar su portada.
Nadie, en ningún aspecto de su vida, debería dar un paso buscando solo la aceptación de los demás, porque de ese modo el paso NO será suyo, no le llevará donde desea o cree que desea, y le aseguro que de ninguna de las maneras será realmente feliz o, bueno, morirá sabiendo que lo fue.
De ninguna de las maneras.
La agonía del arte es algo que muchos pretenden arreglar echándole gasolina o dándole patadas en el estómago, tratando de conseguir de este modo algo del cadáver, pero sin la intención de salvarlo en la ecuación. Hay mucha gente que prefiere sacar rédito de algo que, simplemente, hacer que ruede y ayude al arte, porque muy pocas personas saben dar un paso sin pensar en qué lograrán con él o a quién ayudará que más tarde pueda ayudarlos, olvidándose de la belleza y la adrenalina que regala el dejar que tu instinto vaya por delante de ti y de los que te dicen lo que debes o no hacer.
La vagancia y el miedo a esforzarse hacen más por la muerte de la cultura, hacen muchísimo más por la desaparición de la verdad tras el arte, que cualquier entrada cara para un grupo sobrevalorado o cola para que te firmen el libro superventas de mierda, porque cualquier gilipollas con dinero puede hacer que algo lo pete y llegue a la cima de las listas de éxitos, pero solo los buscadores de buenas historias y que de verdad arriesgan y a la hora de crecer intelectualmente, o que saben que tras muchas lágrimas y sudor está la respuesta, pueden hacer que jamás muera el arte.
Jamás.
¿Vais a seguir arriesgando el futuro de la cultura para que vuestro chupi amigo inútil venda lo mismo de siempre, o preferís investigar, arriesgar y esperar que la escalada os deje muchas cicatrices?
Mi colección de heridas es tan grande que ya ha creado callo; así que hablemos.