Con el siguiente texto no busco iluminaros con la respuesta definitiva a esta pregunta, sino más bien abrir la Caja de Pandora y, entre todos, que empecemos a pensar un poco antes de agarrar estas tres palabras, libertad de expresión, y usarlas como comodín para hacer, decir y expresarnos de la primera manera que nos venga a la cabeza.
No las convirtamos en el primas hermanas de facha o fascista, hacedme ese favor.
Por eso, simplemente, me limitaré a exponer hechos y situaciones por todos vividos y, a través de la lógica y los argumentos, tratar de poner sobre la mesa si algo es, o no, libertad de expresión y, por ende, si los que creen defenderla no están, en realidad, siendo unos hipócritas descerebrados que apenas saben ni enhebrar una aguja.
Tranquilos que seré breve.
Para empezar hay algo que mucha gente no entiende, y es que para que exista la libertad de expresión primero tiene que haber cerebros que entiendan la diferencia entre opiniones, críticas, ataques y amenazas. Y no hay muchos. Es alucinante como alguien coge un mal chiste o una opinión ajena a la suya y las ataca sin compasión porque se siente “ofendido”, pero al día siguiente se pone las manos a la cabeza porque alguien que se dedica a amenazar o aplaudir a asesinos sea puesto a disposición policial. A ver, lumbreras, ¿hacer un chiste de negros o maricas, no, pero decir que alguien debería pegarle un tiro en la cara a aquel, sí?, ¿en serio? ¿Dónde tenéis escondida la comprensión del motivo o la motivación de ese comentario?, ¿en el fondo del culo?
De verdad que es alucinante como algunos no saben ver el contexto de las cosas o el motivo por el que se dicen, o como se dicen, y encima después se las den de seres puros y luminosos por impedir (sí: impedir) que alguna gente se exprese libremente cuando no les gusta lo que dicen. Yo, por ejemplo, ni apoyo el racismo ni la misoginia ni los que odian a los homosexuales, pero puedo ver una película de Tarantino o escuchar un chiste de Arévalo y entender que tras esas palabras hay un por qué (que nunca es insultar o crear odio) o una base lógica dentro del universo en el que se han dicho y, desde luego, no es que al espectador le entren ganas de insultar o atacar a los protagonistas de la ficción.
Lo peligroso de verdad es el contexto de las cosas, el motivo por el que se dicen algunas cosas y quién da el paso para llevar esas palabras a la práctica. Porque te compro que alguien puede dar su opinión sobre algo, pero si esa opinión es delictiva o busca que otra gente haga actos violentos o prive de su libertad a los demás, ¿qué diferencia a eso de un discurso de Stalin o Hitler?, ¿por qué uno puede decir lo que quiera pero, inexplicablemente y sin lógica, los otros no? ¿Dónde está para esta gente la línea que separa una simple opinión de agitar a las masas para que destruyan a los señalados como “enemigos”? Y lo digo como alguien que le gusta oír y leer todo tipo de opiniones, incluso las más locas y salvajes, por lo que, a diferencia de muchos, a mi me la suda que un nazi haga un discurso, o un comunista o un terrorista. Me la suda. Porque creo que dejar que la gente hable libremente es la mejor manera de saber quiénes son y qué les motiva y, en una sociedad madura, inteligente y con la cabeza bien amueblada, eso sería suficiente para saber darse la vuelta a tiempo y dejarles sólos con sus mierdas para que se envenenen con ellas.
Hay que dejar hablar a todos de lo que sea, pues eso es, justamente, la definición de libertad de expresión. Si hay leyes en ese país que las prohíben (como en Alemania que no dejan mostrar simbología nazi o comunista, o en España enaltecer al terrorismo o amenazar a alguien de muerte por la cara) ya es otro tema, pero llenarse la boca de libertad de expresión cuando, en cuanto te giras, quieres impedir que alguien diga libremente lo que sea que no te guste o te parezca malo, es de ser un completo gilipollas y un ignorante totalitario.
No hay más.