Un gran hombre dijo una vez: no tenemos que pensar tanto en qué mundo vamos a dejarles a nuestros hijos, sino en que tipo de hijos vamos a dejarle al mundo (dentro de poco estrena una película, y no la ha pagado lamiéndole el culo al gobierno de turno, sino por su grandioso talento; lo cual demuestra que es alguien no solo profesional, sino de una entereza, a día de hoy, difícil de encontrar).
A veces nos preocupamos demasiado en tonterías de las que no somos responsables pero, inexplicablemente, nos señalan como únicos capaces de solucionarlas SÓLO a base sacrificios personales, pero muy pocos son capaces de pensar en qué pequeñas personitas estamos dejando sueltas en un mundo para nada igual de seguro e inteligente del que recorrimos nosotros a su edad. Y sí, suena de persona viejo decir algo así (cerca de los 40 es normal pensarlo), pero la simple idea de que uno de esos descerebrados que se enorgullecen de no saber dividir, o cuya única solución para todo es sentir más y racionalizar menos, sean en algún momento los responsable de nuestro gobierno, de nuestra justicia, de nuestra comida, de nuestra salud o del orden en nuestras calles, joder, miedo es poco lo que puedo sentir.
Porque sí, hay que ser buena persona y responsable y no llenar todo de basura sólo porque sí, o tratar de no contaminar tanto, ¿pero de qué servirá que el planeta viva 1000 años más si estará poblado por gente que apenas sabrá atarse los cordones de los zapatos o cagar en un lavabo sin que se lo digan, o sienta que al hacerlo nadie le está ofendiendo?; sí es que ya hasta se ofenden por la existencia de algunas piedras, ¡coño! ¿Cómo van a poder cuando les toque gestionar algo de lo que dependa la vida de varios de sus semejantes?
La desesperanza que arraiga cuando pienso en ello hace que, por un lado, me alegre de haber nacido en los ochenta y poder decir orgulloso que tuve una infancia plena llena de juegos y amigos, en lugar de pantallas y adoctrinamiento zombi; pero por otra parte creo que me adelante demasiado, porque si fuese de los 60 ó 70 a estas alturas ya sería mucho más mayor y me sudarían más los cojones, porque no iba a vivir para ver el colapso de nuestro mundo debido a la inutilidad borreguil y cegata de todo un ejercito de idiotas sin cerebro que matarían por ser funcionarios al ser incapaces de madrugar para algo que no sea seguir jugando al Fornite.
Nuestro planeta morirá debido a que nosotros en él, no hay duda sobre este punto, pero antes de que eso ocurra la Tierra ya habrá sucumbido a algo mucho más sangriento y sin sentido que el argumento de MadMax y muchísimo más vergonzoso que ese video escondido en lo más profundo del ordenador con tu ex como protagonista: a la demostración de que hemos sido completamente incapaces de superar ni a las hormigas en organización, empatía y meritocracia.
Sólo por eso, amigos, nos depara un futuro de mierda; ¿o se os ocurre una forma de solucionarlo?