El dilema al que no queremos dar solución

De un tiempo a esta parte, Netflix se ha convertido en algo así como un amigo pesado y repetitivo que se dedica única y exclusivamente a escupirnos en la cara una y otra vez lo mismo. Ya sea con series estúpidamente inclusivas, con películas insultantemente “feministas”, o con panfletos sin sentido que no sirven ni para entretenerse un rato o poner como música de fondo mientras nos hacemos la cena.

Simple y llanamente, Netflix es una plataforma sectaria y sin mucho que aportar intelectualmente hablando.

Pero una escopeta de feria puede acertar a veces, y darnos un premio.

Muy pocas veces, eso sí.

Con el documental “El dilema de la redes sociales” se han apuntado un buen tanto, y no lo digo solo por su cuidada estructura y el modo en que elegantemente nos colocan ante las narices una supuesta realidad (porque si las fakenews son lo que les quita el sueño a todos los que hablan, ¿quién te dice que ellos mismos no estén creando una nueva con lo que defienden?), es porque ponen sobre la mesa un tema que cualquiera con dos dedos de frente tiene muy presente: lo que nos muestran en cualquier red social no es la realidad ni siquiera en un 1%. Y les he regalado 0’5% por guapos. Y aunque esto pueda parecer que es bastante lógico, incluso casi insultante a la hora de decírnoslo de este modo tan infantil, viendo hacia qué pared se están dirigiendo todas las sociedad supuestamente avanzadas, es entendible que poco a poco nos estén regalando este tipo de documentales, igual que si le diéramos caramelos a un perro para que aprenda a hacer caso a las ordenes.

El mundo que nos muestran en el documental es el que todos los que no buscan más información de la que les gusta recibir, o incluso aquellos que necesitan un enemigo para que sus vidas tengan algo de sentido, se niegan a ver: un mundo en el que cada nueva tontería que te escupen a la cara fuentes sin contrastar, o blogs y articulistas pagados por los que necesitan que la gente se mate y no preste atención a lo que se puede ver simplemente saliendo a la calle o siendo algo más que un simple siervo, es tomada como una ley/orden a la que defender con uñas y dientes sin pararse un segundo y preguntarse a si mismo: ¿qué saco yo creyéndome esto?, ¿y ellos?, ¿de verdad sirve para algo que defienda a este o a aquel?, ¿qué me está ofreciendo para que mi vida mejore? ¿De verdad yo les importo una mierda o solo me quieren para seguir en el poder?

Nada. Todo. No. Nada. Solo quieren mantenerse en el poder.

Los creadores de estas armas (es decir, los programadores y directivos de las redes sociales, buscadores, programas de noticias o aplicaciones de entretenimiento) que nos tienen bajo control sin que nos demos cuenta, deciden ponerse ante nosotros y reconocer su error, señalando sin miedo dónde está ese mal cálculo que hicieron y tratando, en mayor o menor medida, de alertarnos sobre la locura sin sentido en la que se están convirtiendo nuestras vidas, llenas de desconfianzas ideológicas, necesidades falsas o fanatismos irracionales que nos explotan en la cara cada día con la única motivación de que nuestros dedos sigan tecleando como zombies sobre lo que a ellos les va bien que tecleemos. Sobre lo que ellos quieren que seamos contra nuestra voluntad.

Cada vez que te señalen o manipulen, que te empujen a ser de un bando o de otro, detrás hay técnicas de control mental que solo nos tratan de convertir en parte de una manada consumista, dócil y descerebrada, capaz de lo que sea con tal de conseguir el premio que nos han prometido y que, desde luego, ni sabemos qué es ni por qué lo necesitamos. ¡Pero joder, tiene que ser mío!

La solución, al menos a mi parecer, es sencilla: usar las redes para comunicarse y descubrir cosas nuevas, pero sin dejar que se conviertan en nuestra razón de ser, ni en esa primera cosa que hacemos antes o después de irnos a dormir desplazando nuestras verdaderas vidas, y las ideas que podamos tener por nuestra cuenta, a la última casilla de aquello que nos hace ser quienes somos libremente y sin ataduras de ningún tipo. Y puede parecer sencillo dicho así, pero a la vista está de que no es verdad (mirad a los manifestantes de Madrid ahora mismo, por ejemplo), y que la cantidad de gente que trata de manipularnos día tras día crece y crece.

¿Qué os parece abrir los ojos y, con libertad, pensar por nosotros mismos?

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