Dos posibles opciones

Llegados a cierto punto de la partida, en el que lanzar los dados más que peligroso comienza a resultar estúpido, creo que es muy necesario sentarse en el suelo o en la primera silla que encuentres, y preguntarte: ¿en serio?

¿De verdad?

Porque la sorpresa se ha metamorfoseado en asombro, y este más tarde en vergüenza para, definitivamente, estancarse en desidia e ignorancia, donde ya es del todo inútil tratar de sacar un 6 en los dados para salir de casa. Del todo imposible. Y es lógico si lo piensas, porque la gran mayoría de la sociedad no quiere ni busca pensar o comprender, no intenta por todos los medios llegar a conclusiones argumentadas o aplaudir al que de verdad hace algo por él; sólo necesita que siga la partida, que continúe el juego, porque mientras las fichas sigan con su movimiento circular sin llegar nunca a nada, todo estará bien. Tanto para Ellos, como para “nosotros”.

La inseguridad y la falta de valor por parte de la piara social comienzan a ser un lastre demasiado pesado como para poder llevarlo a la espalda la pequeña minoría que sabe de lo que va el juego y quienes tienen bien cogida la coctelera de nuestras vidas, y por eso a veces toparse con descerebrados de referencia que movidos por el odio, la estupidez, la incultura o una mezcla de todo a la vez tratan de mantener los cerebros en reposo, es tan odioso y llena de tanta rabia el alma. Porque se «entiende» que algunos quieran vivir en el infierno en la tierra mientras los suyos sean los que mandan, e incluso te compro que para algunos sectarios de manual morirse de hambre o no tener nada de nada sea sinónimo de progreso porque alguien les ha dicho que es así, pero lo que jamás llegaré siquiera a comprender es que impidan a los disidentes decir lo que piensan sobre la vida porque, literalmente, son malas personas que no quieren que vivamos una democracia.

A ver, analfabetos terminales, ¿sabes siquiera que significa democracia o lo que defiende?, ¿llega tu minúsculo cerebro siquiera a vislumbrar lo mucho que encoge el agujero de la madriguera donde te has metido a cada patada a la verdadera libertad que lanzas al aire sin mirar? ¿Acaso sabrías argumentar por qué nosotros, los que no piensan como tú, somos los malos de la partida?

Por eso creo que hay solamente dos posibles opciones:

  1. Callamos y nos dejamos fagocitar por el aburrimiento y el odio que los esclavos le tienen a la verdadera libertad.

  2. Seguimos hablando y escribiendo y leyendo contra viento y marea y contra las patadas en el estómago de quienes nos quieren a su lado pastando en el pequeño cuadrado donde nos permiten para sobrevivir a duras penas.

¿Cuál va a ser la tuya?

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