El mundo ha llegado a una cima de locura difícilmente imaginable hace apenas 5 años.
Ha decidido suicidarse por la “tranquilidad, paz y protección” que otorga el silencio y el no decir en voz alta o señalar las mentiras del mundo y a los mentirosos tras ella. Porque a día de hoy, y para alegría de quienes mueven los hilos, la gran mayoría de la raza humana prefiere callar a pronunciarse, a silenciarse antes que enfrentarse a ser señalados, y, lo peor de todo, encima lo argumentan con frases como es que es lo mejor, o ¿no ves que te buscas enemigos?, mejor cállate.
La cobardía y el abrigo que da la comodidad están llevando a muchas personas buenas y válidas a repetir como loros algo tan ridículo como la verdad es relativa, depende de quién lo mire.
Y no, lo siento, pero mil veces no.
Un ejemplo fácil sería preguntarle a una persona normal y a un daltónico de qué color es el cielo. Uno dirá azul y el otro posiblemente no, y eso no quiere decir que el daltónico tenga razón porque es como él lo ve, porque no es así; el cielo es AZUL y esa es la verdad. Igual que si alguien niega el holocausto o los crímenes del comunismo u odia con todas sus fuerzas a los gatos, no tiene razón en sus argumentos por mucho que confíe en ellos o esté muy convencido; no tiene LA VERDAD de su lado. Y en nuestro presente pasa esto, a que muchos con pocas ganas de pensar o informarse o comprender el entorno prefieren ceder ante estas posibles “verdades”, cuando eso solo lleva optan por cruzarse de brazos y asentir como un perrito de esos de plástico que se colocaban hace años en la parte trasera de los coches.
Las ganas de crecer e ilustrarse, o simplemente de hacerse preguntas, están desapareciendo de muchas mentes porque desde las élites no animan o apoyan a hacerlo. Porque no les interesa. Es más sencillo guiar a un grupo de ovejas que a uno de lobos y, reconocedlo, es más sencillo vivir sentado en una silla o siguiendo una línea que buscar montañas que derribar o puentes que cruzar.
Sólo hay una verdad en todo lo que nos rodea, y puede gustarnos o no, puede reconfortarnos o parecernos repugnante, pero vivir con arcadas en mucho mejor que con almohadones bajo las nalgas. Hay que tener claro que la vida no es un camino de rosas, y que nuestras ideas no siempre llevan detrás la seguridad que aporta la verdad, pero si algo deberíamos preferir es saberla, sea cual sea, a esconderla en un agujero, porque la otra opción es aceptar la venda y caminar confiando ciegamente en esa mano desconocida que nos tiene bien agarrados del cuello.
Cada vez son más quienes prefieren vivir haciendo malabarismos encima de una cuerda floja, ¿pero cuánto estás de seguro de que bajo tus pies han puesto una red?