He llegado a una dolorosa conclusión, y va a ser breve porque hacia donde va dirigida no vale muchos párrafos de mi tiempo: no vale la pena hacer que una pared entienda lo que se le dice, aunque el mensaje sea sencillo y lógico.
Antes de que el Coronavirus entrase en nuestra vidas ya teníamos todos claro que hay personas que por mucho que se les pongan delante obviedades, datos, conclusiones, pruebas, e incluso el terrible y del que nunca aprendemos pasado, jamás, nunca, van a querer salir del agujero en el que se rebozan en su falsa sabiduría mientras escupen a los demás insultos y mentiras mil veces destrozadas e incluso ilógicas. Creo, espero que sea por eso, que la cobardía a tener que reconocer un error lleva a estas personas a seguir insistiendo una y otra vez en lo mismo, o también se deba a que muchos se niegan a ser etiquetados de algo que no comprenden pero temen, o a ser expulsados del paraíso terrenal en el que todos repiten como loros algunas de las más burdas payasadas jamás creadas por los poderosos que les han colocado ahí como marionetas.
Así que, lo siento, pero visto el panorama en el que nos estamos hundiendo, y por el bien de mi salud mental y social (y que, bueno, donde no hay huevos nunca va a salir una tortilla), creo que voy a dejar que el siempre sabio tiempo los ponga en su sitio, a ellos y a todos los que se lucran y disfrutan del noble arte de insuflar miedo en los corazones de los débiles y faltos de valor.
Seguiré leyendo todo lo que caiga en mis manos, viendo a quienes tengan algo que decirme, y después de hacer eso que los más “listos” se niegan a hacer, como es leer/oir/ver a alguien de otro prisma político pero después criticarle como trolls de las cavernas (que es algo que ni el hijoputa de Hitler hizo, porque a ese nivel de subnormalidad llegan algunos: a ser más tontos que a los que critican y odian sin parar), pensaré en lo que tengo delante, compararé argumentos, y entonces decidiré a quién apoyar o a quien no. Pero este apoyo lo dejaré dentro de mí, compartiendo o enviando, eso sí, a amigos de verdad los textos y argumentos, porque a estas alturas debatir con alguien es, además de imposible y aburrido, algo que ni se quiere hacer ni se pretende recuperar.
Porque, supongo, el miedo nunca ha cambiado de bando.
Buen domingo de Pascua.
Voy a abrir un nuevo libro, a ver un nuevo análisis político, o a escuchar alguna tertulia política en la radio. Por eso de no ser como una planta, repitiendo mil veces y eternamente lo mismo sin tratar de escapar de la monótona supervivencia con sacrificio innecesario de regalo.
Un amigo mío siempre repite ésta cita de Ortega y Gasset: «los esfuerzos inútiles conducen a la melancolía».
Me apunto la cita 😉
Gracias.