Cuando la piedra golpea a un abusón

Antes de que a todo se le pusiera un nombre inglés, seguramente para tratar de suplir una carencia de amor propio arraigada desde que a alguien se le ocurrió inventar la leyenda negra española y tachar a Colón y toda esta gente de asesinos y demás chorradas, en España existía algo llamado “abusones” y todos, no lo neguéis, hemos sufrido de sus ataques. Ahora, en perspectiva, resulta raro comprender qué nos llevaba a dejarnos vilipendiar por estos acomplejados, estos sub-seres con carencias afectivas e incapaces de relacionarse con los demás sin demostrar en todo momento su superior fuerza física. Es decir, ¡eran solo unos gilipollas que te insultaban por bajito, gordo, llevar gafas o ser una chica!, ¿cómo fuimos capaces de dejarles hacer sin plantarles cara o dejarles claro que sus chorradas no eran más que la prueba irrefutable de que eran unos pobres desgraciados?

Ahora hablemos de Juan Carlos Monedero.

De un tiempo a esta parte hay ciertos personajillos que se han topado de bruces con su propia medicina, con algo que creían suyo al 100% y que nadie jamás podría quitárselo. Se creían, en definitiva, poseedores del insulto fácil, del ataque directo, de la fuerza de un pueblo “cabreado” que no ve más allá de sus narices y, ciego y sin cerebro, acaba haciendo caso a los que les usa como simples peones para lograr, a largo plazo, conseguir una nueva reina. El problema para ellos es que, poco a poco, los que saben ligar dos argumentos seguidos, los que en el pasado permanecían callados por simple comodidad o confianza de que la estupidez humana no iba a llegar a cotas tan altas como las que nos están ahora mismo ahogando, se están levantando y respondiendo a los líderes “intelectuales” (que como abusones de colegio trataban de colocar en un rincón a todo aquel que le resultase raro, diferentes y peligrosos, confiando en que el miedo les dejase atados en ese lugar y ellos, sin muros que saltar, pudieran llegar más fácilmente a la meta. Es decir, hacían uso del fascismo) con la misma moneda.

Ahora hablemos de Yolanda Díaz.

Aquellos que se creían en una atalaya moral intocable, cubierta y protegida por sus tristes seguidores y sus aún más patéticos mamporreros, no saben aceptar en sus carnes lo que ellos mismos vomitan, son incapaces de madurar como hemos hecho los que en algún momento hemos sufrido estos ataques que para ellos eran su única forma de tenernos callados, e igual que ese niño grande y con carencias intelectuales del colegio que recibe una pedrada del chico flaco y harto de que le llamen marica, al ver algo de sangre propia, al sentir el dolor que tantas veces ha regalado a los demás, corre llorando a moco tendido hasta hundir su cara roja de miedo en las faldas de su mamá (lo que hoy en día sería Twitter, que es posiblemente el lugar más lleno de tontos, gilipollas y payasos del mundo), y allí miente y tergiversa la verdad esperando besitos protectores y esa falsa seguridad que a estos excrementos mentales creen que les dará por siempre el subrayarse como víctimas de un mal mayor que, lo siento amiguEs, la mayoría de veces vosotrEs mismEs habéis inventado. Porque a las personas hay que juzgarlas cuando reaccionan al mundo, cuando se topan con el resultado de sus actos o de la suerte que pueda encontrarles, y la mayoría de estos “intelectuales”, llegado el momento, se convierten en lo que llevan ocultando en sus entrañas durante años: tristes acomplejados que saben que nunca, jamás, llegaran ni a ser la peor de las bilis de la gran mayoría de sus enemigos.

Ahora hablemos de Irene Montero.

Y es que victimizarse, señalar o atacar detrás de un escudo es, seguramente, el pasatiempo favorito de esta “gente”, pues confían en que nunca nadie se atreverá a llevarles la contraria, ya que han convencido a todos sus lacayos de que decir algo que no sea idéntico a su discurso es de mala persona. De enemigo. De “facha/fascista/ultra/blablablá”. Y los peones se lo tragan, porque, bueno, son igual de gilipollas que sus líderes. Pero el mayor error de victimizarse todo el tiempo es que se les olvida que ellos también son humanos, y que muy pocas personas (y mucho menos aquellos que no tienen moralidad o principios básicos con unos cimientos reales) son capaces de seguir un camino recto e intocable; y mucho menos aquellos que ni se creen sus propios panfletos y saben que no tienen sentido ni razón de ser más allá de servir para que sus lame-ojetes tengan algo con lo que distraerse mientras ellos siguen escalando. Por este motivo el ridículo y la falsedad siempre les acaba encontrando, porque llegado el momento crucial de poner en práctica sus dogmas, de otorgarles vida, ni ellos mismos son capaces de darles correctamente cuerda y dejarles caminar libremente, pues son totalmente inútiles en la vida real y completamente estúpidos en el ring de la vida. Y es que si vas a hacer algo solo para lucrarte o para tener poder, o únicamente para sentir que tu paso por el mundo es un poquito más útil que la enorme mierda que ha cagado mi perrete esta mañana en el parque, este camino no suele servir, y menos cuando la gran mayoría de gente con la que vas a cruzarte no tiene un severo retraso mental que les haga considerarte algo más importante que el moco que me he tragado ahora mismo por no tener a mano una servilleta.

¿Y si ahora luchamos por extirpar a estos tumores de los órganos más importantes de nuestra sociedad? No suena mal… nada mal…

6 comentarios en «Cuando la piedra golpea a un abusón»

  1. Lo que no puede ser es que ellos fomenten el escrache y lo defiendan y cuando les toca a ellos lloren. El escrache está mal siempre sean del bando que sean. La familia nunca debe pagar tener un padre/madre/herman@ político. Al igual que si yo hago algo mal en mi trabajo mi marido e hijos no tienen por qué sufrirlo. Punto.
    Ahora toca legislar sobre los okupas y lo están dejando de lado porque no saben qué camino tomar…otra cosa igual. Cuando les ocupen a ellos su chaletazo de Galapagar ya llorarán. Hay que buscar un término medio.

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  2. Yo sé que no está bien alegrarse de las desgracias ajenas pero ver al insoportable del Monedero salir recibiendo lo que ha sembrado me devuelve un poco la fe en la cordura de un pueblo que está sistemáticamente siendo chuleado por su clase política. Estoy seguro que no lo veremos más mezclarse con el vulgo y quenla proxuma vez irá bien arropado pero por favor que no se acabe la medicina que los devuelve a la realidad y que los pone en el sitio del que no debieron olvidarse. Lo ssiento neto pero como me alegro el día verlo salir con el rabo entre las piernas… que no sea el último

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