Cuando el trapo se rompe

Si había algo que nos gustaba mucho de pequeños, además de ver series de esas que ahora censuran porque no son “inclusivas”, era descubrir que los abusones, en realidad, eran poco menos que chimpancés sin cerebro, de carcasas vacías que actuaban sólo porque creían que sus actos tenían una especie de significado, algo que debían demostrarle al mundo a base de, por supuesto, joder a los demás y golpear, robar o destruir. Los que los sufrimos antaño teníamos claro que sus actos se regían por una serie de carencias intelectuales y familiares que les obligaban inconscientemente a dedicar su estúpida e inútil existencia en actos que proporcionasen sufrimiento y malestar a cualquiera que les rodease.

Y ahora hablemos de los nacionalistas independentistas catalanes; los Lazis, para entendernos.

Hace ya mucho tiempo que el hecho de llevar un lacito amarillo en la solapa o colgar del balcón un trapo de esos con una estrella Cubana descolorida sobre una bandera de Aragón es, por decirlo finamente, de mongolos sectarios sin más lecturas en la vida que las entrevistas de sus amos ideológicos (ahora presos gordos y podridos de dinero). Ellos lo saben, tú lo sabes, y yo lo sé. El problema viene cuando, por falta de cosas útiles que hacer en la vida, de vez en cuando a los políticos que se han enriquecido a base de mover, engañar, robar e idiotizar al rebaño, se les ocurre dar un nuevo paso en una dirección rara para sus fieles sin hacerles antes un dibujo de colorines para explicarles qué está pasando. Entonces, como los animales apesebrados son seres muy limitados e incapaces de comprender nada que escape de las cuatro paredes en las que los encierran por control e interés, asistimos con alegría a esperpentos tales como la manifestación de un grupo de partidarios de Junts Per Catalunya (sí, el partido del fugado Puigdemont, el que sigue viviendo de nuestros impuestos en una casa más grande aún que la del Chepas en un país tan proletario como Bélgica) con el terrorista de los energumenos de Terra Lliure Fredi Bentanachs, ante la sede de ERC (sí, el mismo partido que tiene entre sus filas a un gordo que hace 7 años dijo que en 18 meses volvería a “su” Cataluña tras conseguir un escaño en el Congreso).

Sí, amigos, los abusones retrasados que llevan años señalando y agrediendo a cualquiera que hable español o quiera vivir en paz en “tierras catalanes”, se pelean entre ellos.

Y es que ya se sabe que si a un perro no se le enseña a pensar o a entender su entorno, si uno se limita a tirarle de la correa y señalarle donde hacer pis y a quién ladrar o agredir, es normal que al final no te quede otra que sacrificarlo; y después comprarte otro. Por eso, tras el aviso de un gran amigo, he sonreído como un niño pequeño al ver esta “manifestación” (que como siempre que hace algo esta “gente” suelen ser como mucho un centenar de idiotas que no tienen donde caerse muertos) que demuestra lo que tantas veces he dicho: esta gente es gilipollas y, al final, serán ellos mismos los que se matarán entre sí.

Antes, sin duda, seguirán rompiéndonos los huevos con tonterías e invenciones históricas o nos llamaran fachas y nazis muchas veces más, ¿pero y lo que nos divertimos viendo como, igual que un pollo sin cabeza, van de un lado hacia el otro con sus trapos y sus disfraces de payasos y, una y otra vez, hacen el mayor de los ridículos?

Pero, en fin, ¿qué podemos esperar de gente cuya más importante festividad anual es conmemorar una derrota?

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