Vivimos en un mundo lleno de incomprensibles humanos capaces de defender a la vez e inconscientemente dos puntos de vista muy distintos, antagónicos incluso, por factores tan dispares como el miedo, la incultura, la conveniencia o la maldad. Por eso, y sólo por eso, es tan difícil de comprender las corrientes progresista censora tuitera de nuestro presente y que tan bien retrata, y sobre todo expone, Caroline Fourest en este ensayo publicado por PENÍNSULA, llamado Generación Ofendida.
Para empezar, como aviso, diré que no es un ensayo sencillo o apto para quienes se ofenden con facilidad basando su existencia en bailarle el agua a las políticas identitarias, feministas, progresistas o del puño en alto con camiseta del Che mientras lo graban todo con su Iphone. Esta nueva generación de acomodados inventores de luchas inútiles por la necesidad de darle un sentido a vidas sin utilidad más allá de comer, dormir, defecar y morir, no sabrán abrir los ojos tras su lectura (en el caso de que sepan leer algo no recomendado por sus líderes, sin una estrella roja en la portada, o supere los 140 caracteres) porque en las poco más de 200 páginas Caroline no da tiempo a acomodarse. Ataca desde el principio con acierto y lógica muy argumentada las contradicciones de discurso y actuación, de censura y ataque grupales por redes, de quienes se han situado falsamente en una superioridad moral inexistente muy parecida a sus tan odiados nazis o fascistas.
Desde la tonta ofensa por apropiación cultural cuando un blanco se pone rastas pero que no existe cuando un actor negro hace el papel de una figura história con claros rasgos caucásicos; la lectura de clásicos de la literatura con la ofendiditis crónica actual llegando a tachar palabras cono nigger en obras como Matar a un Ruiseñor o Huckleberry Flint, siendo éstas historias que atacan el racismo; la hipócrita doble vara de medir al tratar de eliminar religiones pero defender al mismo tiempo el hiyab; la censura a charlas o autores blancos por parte de activistas negros que sólo le dan motivos para existir a grupos del alt-rigth; la ideología del no al capitalismo gritado por niños ricos que asaltan escaparates de lujo mientras hacen fotos con sus móviles de última generación; o, por poner un ejemplo más, la que se lió en la universidad de Evergreen por el Día de la Ausencia (de verdad que esto es mejor que lo leáis vosotros mismos para entender hasta dónde es capaz de llegar la enajenación universitaria en los USA), son temas en los que este ensayo entra sin miedo y dejando la verdad claramente visible sobre la mesa: nuestra sociedad se está yendo por la alcantarilla a cada vez más velocidad
Como nota personal diré que muy pocas cosas de este libro me han sorprendido, porque son ya muchos años de devorar información al respecto por mi cuenta mientras veía como las librerías y editoriales se rendían por cuestiones monetarias a este animal hambriento (al que yo llamo amigablemente Fascismo Progre) dándole voz a completos deficientes culturales que defienden a capa y espada cuestiones como la ley trans, la de violencia de genero, a los BLM o los anti-fa, y que a día de hoy nadie con dos dedos de frente se atreve a abrazar con orgullo, sino más bien con la boca pequeña y en pequeños grupos donde seguir chupando de la teta que alimenta un ego tan inútil como moribundo a estas alturas.
A día de hoy, y por suerte, muchas lecturas llenas de verdad y sentido común están llegando a nuestras manos, y sólo es cuestión de tiempo que mueran de inanición aquellos que llevan más de cinco años (al menos en España) dándose golpes en el pecho con panfletos saliendo de sus lamentables cerebros podridos de mentiras verdaderamente racistas y genocidas de la paz.
¿Hay solución a este sin sentido global?, la única posible es la que señala la autora en su conclusión final, y que parece más una frase de Nostradamus: “de tanto defender la censura, la etnia, la religión y el particularismo, [la izquierda] le está cediendo a ellos [la derecha] el rol de defender de verdad la libertad”.
Que así sea.