Ovejas y cacerolas

Como siempre pasa cuando la raza humana se encuentra en algún conflicto, el que sea, empiezan a enseñar sus verdaderas caras aquellos que en su día a día se esconden tras palabras rimbombantes y actos de cara a la galería, pues son demasiado ineptos y caprichosos, mentirosos y despreciables, como para atreverse siquiera a ser ellos mismos sin envenenarse con su saliva.
La mejor manera de pillar a un estúpido, a alguien que poco tiene que aportar al mundo aparte de malos consejos y situaciones de estrés o poca comodidad, es dejándole hablar, dejarle hacer sus mierdas libremente en estos casos, y esperar a ver como su yo de antes de ayer, el de ayer, el de hoy y el de mañana luchan entre sí por ver quién es más puto inútil o dice de una forma más mezquina todo lo contrario de los demás. Quién es más rata asquerosa y, encima y aun saliendo al exterior de una forma clamorosa, se niega a aceptarlo.
¿Por qué quién en este mundo, y lleno de orgullo y falta de razones, tiene un hueco para enfrentarse a lo que es realmente?
Estos días de encierros, de viajes breves de casa al trabajo (en mi caso) o de pasear por unas calles que imitan a la perfección a las de la saga Silent Hill, la gente se ha dado cuenta de que no hay más interacción posible que la de las redes (porque ¡DIOS!, ¿quién va a querer hablar por teléfono o con la persona con la que compartes casa?), y en esa prueba de obstáculos llamado Internet es donde todos los tontos y resabiados del mundo, todos aquellos que poco menos que tienen que esforzarse para que sus neuronas se atrevan a acercarse las unas a las otras, muestran su verdadero yo y las pocas ganas que han tenido siempre de pensar por sí mismos o enfrentarse a la realidad con todas las consecuencias. Veo gente que con 280 caracteres (o los que sean) se creen poseedores de la razón absoluta, es más, se atreven a creer que hunden un artículo/video/personaje que estructura sus argumentos, los razona con calma e incluso usa fuentes tangibles que después muestran sin miedo, solo con sus esloganes de mercadillo de gitanos y un sequito de borregos que se creen que la unión hace la fuerza en todos los casos. Venga, sed sinceros con vosotros mismos: ¿sois de los que leen artículos o noticias en más de un medio?, ¿os informáis bien, o siquiera pensáis un poco, antes de salir con una cacerola a la calle, insultáis al de Zara, decís que hay que toser a la policía, criticáis a un youtuber, o defendéis a la nueva casta política?, ¿o sois de los preferís que alguien que habéis colocado en lo más alto, y que por cierto es igual de mediocre que vosotros, os señale hacia donde lanzar las piedras y vosotros, ovejas sin lana, entonces podéis/atrevéis a lanzaros de cabeza sin pensarlo?
Porque, sinceramente, en las redes y balcones, en las calles que deberían estar vacías y los supermercados sin papel de culo, creo que hay muchos, muchísimos, de los que dicen no con los labios muy pequeños a la hora de responder a las dos últimas preguntas.
Y sí, por desgracia estamos viviendo una situación excepcional, que saldrá en los libros de historia y que cambiará la forma de existir tras ella, pero una cosa es vivir algo con calma, tratando que el estrés y el miedo no nos coma, y otra utilizar ese deseo para entregarles por completo a los que nos han colocado aquí, o no han hecho nada para que podamos sufrirlo con paz, nuestros cerebros y nuestras vidas para que hagan lo que quieran con ellos. Porque el mundo está lleno de gilipollas que no sirven más que para guiar a otros gilipollas hacia el precipicio, pero, ¡notición!, hay veces en las que las ovejas pueden/deben decir que no, que ese camino no es el correcto, y empujar con todas sus fuerzas al gilipollas Premium por el precipicio del olvido.
Siempre habrá gilipollas, pero deberíamos dejar de permitiles subir y, entre todos, mantenerlos donde nunca debieron salir: la mediocridad y el desprecio.

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